sailing

Existen personas que pasan mucho tiempo preocupándose por el futuro, por lo que desconocen. Paulo Coelho, ilustra esto en una historia que cuenta que un sultán decidió hacer un viaje en barco con algunos de sus mejores cortesanos. Se embarcaron en un puerto de Dubai y zarparon en dirección al mar abierto. En cuanto el navío se alejó de tierra, uno de los súbditos, que jamás había visto el mar y había pasado la mayor parte de su vida en las montañas, comenzó a tener un ataque de pánico. Sentado en la bodega de la nave, lloraba, gritaba y se negaba a comer o a dormir. Todos procuraban calmarlo, diciéndole que el viaje no era tan peligroso, pero aunque las palabras llegasen a sus oídos no llegaban a su corazón.
El sultán no sabía qué hacer, y el hermoso viaje por aguas tranquilas y cielo azul se transformó en un tormento para los pasajeros y la tripulación. Pasaron dos días sin que nadie pudiese dormir con los gritos del hombre. El sultán ya estaba a punto de mandar volver al puerto cuando uno de sus ministros, conocido por su sabiduría, le dijo: -Si su alteza me da permiso, yo conseguiré calmarlo.

Sin dudar un instante, el sultán le respondió que no sólo se lo permitía, sino que sería recompensado si conseguía solucionar el problema. El sabio entonces pidió que tirasen al hombre al mar. En el momento, contentos de que esa pesadilla fuera a terminar, un grupo de tripulantes agarró al hombre que se debatía en la bodega y lo tiraron al agua.
El hombre comenzó a debatirse, se hundió, tragó agua salada, volvió a la superficie, gritó más fuerte aún, se volvió a hundir y de nuevo consiguió reflotar. En ese momento, el sabio pidió que lo alzasen nuevamente hasta la cubierta del barco. A partir de aquel episodio, nadie volvió a escuchar jamás cualquier queja del hombre, que pasó el resto del viaje en silencio, llegando incluso a comentar con uno de los pasajeros que nunca había visto nada tan bello como el cielo y el mar unidos en el horizonte. El viaje, que antes era un tormento para todos los que se encontraban en el barco, se transformó en una experiencia de armonía y tranquilidad.

Poco antes de llegar al puerto, el sultán fue a buscar al sabio y le preguntó: -¿Cómo sabías que arrojando a aquel pobre hombre al mar se calmaría?
-Por mi matrimonio -respondió- Yo vivía aterrorizado con la idea de perder a mi mujer, y mis celos eran tan grandes que no paraba de llorar y gritar como este hombre. Un día ella no aguantó más y me abandonó, y yo pude sentir lo terrible que sería la vida sin ella. Sólo regresó después de prometerle que jamás volvería a atormentarla con mis miedos. De la misma manera, este hombre jamás había probado el agua salada y jamás se había dado cuenta de la agonía de un hombre a punto de ahogarse. Tras conocer eso, entendió perfectamente lo maravilloso que es sentir las tablas del barco bajo sus pies.

Muchas veces, pasamos nuestra vida paralizados,  pensando en lo que podría pasar con nuestras vidas, familia, trabajo, estudios, sueños, etc. en un futuro. Nuestras fuerzas se consumen, nos agotamos emocionalmente, perdemos el gozo de vivir y dejamos que momentos valiosos con la familia o amigos pasen desapercibidos. Perdemos la capacidad de identificar las bendiciones diarias por algo que no existe, por un miedo infundado.
No hay motivos para temer al futuro, no necesitas desgastarte pensando en lo que vendrá porque Dios siempre estará contigo, Él no te abandonará si las cosas se ponen difíciles, por el contrario, estará ahí para protegerte y fortalecerte.

Fuente: http://cristianareflexiones.com/

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Perdiendo La Vida En Suposiciones